Por: María Karina Guggiana Varela / Abogada – Doctor © en Derecho Universidad de Los Andes
“Es la sociedad chilena, la que está en deuda con las víctimas de las violaciones de derechos humanos, (…) por eso es que yo me atrevo, en mi calidad de Presidente de la República a asumir la representación de la nación entera para en su nombre pedir perdón a los familiares de las víctimas. Por eso también pido solemnemente a las FFAA y de orden y a todos los que hayan tenido participación en los excesos cometidos, que hagan gestos de reconocimiento del dolor causado y colaboren para aminorarlo (…)”. Estas palabras, relatadas con profundo pesar, fueron utilizadas por don Patricio Aylwin Azócar en su calidad de Presidente de la República, con ocasión de la entrega de los resultados habidos, producto de la redacción del Informe Rettig, ello, con fecha 04 de marzo 1991.
Al restar menos de 50 días en que se conmemorará el quincuagésimo aniversario del Golpe de Estado, es que nuestro actual Jefe de Estado ha hecho un gesto similar respecto de quienes también siendo víctimas del gobierno de facto, lo fueron en calidad de exiliados políticos.
Es así como ambos mandatarios, en épocas diversas y en contextos sociales y políticos complejos, han asumido la necesidad de reconocer la responsabilidad que el Estado ha tenido y tiene, en la conculcación de las garantías vinculadas, finalmente, al derecho a la vida, a la integridad física y psíquica y otros, que fueron vulnerados con ocasión de las atrocidades habidas durante el período golpista.
A unas víctimas se les privó de la vida, a las familias de dichas víctimas se les rehusó forzadamente la presencia de su familiar — incluso hasta hoy en centenares de casos —, a otros les dejaron marcas de por vida; a muchos y muchas se les obligó a emigrar, despojándoseles de sus raíces y de su Patria. Nótese que todas dichas personas las cuales, por haber nacido en suelo chileno, merecen sin un hálito de duda que estos actos de reconocimiento se efectúen con el afán de dejar plasmado, —en la enciclopedia histórica de nuestra Patria—, que en Chile si hubo violaciones sistemáticas a los derechos humanos en el período en cuestión.
El negacionismo constituye un acto de mediocridad intelectual, que debe ser erradicado del todo de la cultura política, social e histórica actual, debiendo dejar el paso al reconocimiento, esto es, volver a conocer / saber / entender, ya que ello permitirá que nuestras futuras generaciones sean capaces de albergar en su marco conceptual, de que dichos hechos efectiva y dolorosamente acaecieron.
Como sociedad estamos a tiempo de dedicar nuestros respetos a todos y todas las víctimas de derechos humanos, exiliados políticos y sus familiares, siendo innegable la oportunidad de reivindicarnos con el dolor de aquellos en la conmemoración que se avecina.
Finalmente, estas palabras lo son especialmente en homenaje de José Guggiana Espoz —profesor normalista, copiapino, hermano de mi padre — a quien hasta el día de hoy, se le tiene en calidad de detenido desaparecido.