Por María Karina Guggiana Varela / Abogada – Doctor © en Derecho Universidad de los Andes
Es lamentable el cómo se ha instrumentalizado políticamente todo el lato proceso constituyente que se ha arrastrado desde la fecha en que se ha suscrito el denominado acuerdo por la paz, en aquel doloroso octubre de 2019.
Todo el extenuante proceso precedente y el actual — que aun no concluye—, implica indefectiblemente un desgaste no solo político, sino económico para el devenir de nuestra Patria. Ello, por la inexistencia de certeza jurídica que permita consolidar proyectos de inversión que den lugar al desarrollo económico que tanto anhelamos y que, por cierto, necesitamos. Esto, sumado al hecho de una profunda sensación de inseguridad, que ya supera con creces todo aquello a lo que estábamos habituados.
Sin querer ser pesimista, el devenir de nuestra Patria se ha vuelto insensato e incomprensible. Hoy, los que propugnaban una nueva Carta Magna, piden el rechazo de la propuesta actual de texto constitucional — forjada dentro de un proceso democrático —, señalando de que es mejor la Constitución que nos rige, cerrando las puertas a un futuro proceso; mientras que otros creen que la aprobación de tal propuesta, aparejará la calma del terreno sinuoso en donde nos encontramos empantanados.
Pero ¿qué es mejor?; ¿qué causa este nivel de confusión y de insensatez en el común de las personas, esto es, en aquel ciudadano que debe sufragar sin conocer ni entender adecuadamente lo que se ha propuesto, y dado ello, desconocer las consecuencias de su decisión?.
El lenguaje claro es exigido a nivel transversal en las reparticiones públicas, con el afán de que la persona común, pueda comprender a cabalidad lo que acontece a su alrededor, facilitándole el acceso a la administración pública. Pero dicha exigencia dista con creces con lo que se aprecia en el contexto (des) educativo que se exponen en declaraciones de bandos, en las franjas televisivas, etc., todo lo cual ha resultado ser un mero muñequeo político de sectores contrarios, desapegándose de lo que es esencial, esto es, el bien común, la ciudadanía, Chile.
El ya deteriorado proceso constituyente deberá concluir, o con la aprobación del texto que se propone, o con el rechazo de aquel, mas, comprendiendo de que es insano continuar por un camino de propuestas sin comunión que no nos llevarán de ningún modo al éxito como Patria, sino que nos seguirán precipitando a un abismo, cuyo retorno dista de ser incierto, sino por el contrario, absolutamente imposible de materializar.